Mi experiencia en La Romana, República Dominicana

Nuestro tercer viaje a la República Dominicana

Después de varios días que hemos regresado de Republica Dominicana y estar embriagados por lo vivido en esos días en un país tan paradisiaco os voy a contar nuestra experiencia.
Para nosotros he de comentar que es la tercera vez que visitamos este país, como podéis imaginar, es un país que nos gusta y mucho. La primera vez en 2007, fuimos de viaje de novios de recién casados a la zona del Cortecito Grand Palladium Bavaro Suites Resort & Spa – All Inclusive y la segunda en 2013, ambas veces estuvimos en la zona de Playa Bávaro.

En esta ocasión, decidimos cambiar de zona y fuimos a La Romana, al hotel Bahia Principe Grand La Romana. Contratamos un pack completo de vuelo más hotel y aparte contratamos un seguro extendido.
Una vez contratado el viaje el siguiente paso es que clase de moneda llevar, dólares, pesos dominicanos… La respuesta es siempre la moneda local, es decir, pesos dominicanos.

En nuestro caso, pusimos rumbo con el Micra a Madrid. Llegamos al parking de larga estancia de la T1 a las 11:35. En el parking hay 5 marquesinas donde pasa el autobús para llevarte al aeropuerto. A las 11:45 ya estábamos en uno de los autobuses y en apenas 10 minutos estábamos ya en la cola del mostrador de Punta Cana para facturar las maletas. Miramos para cambiar algo de dinero la conversión era muy bajita. La conversión real de euro a peso dominicano era de 54, siendo que en Madrid nos lo hacían a 40, pero queríamos llevar dinero porque en R. Dominicana se estila mucho la propina, y queríamos tener algo de dinero local.

A las 17 aterrizamos en el Aeropuerto de Punta Cana, y tras las habituales colas para el control de pasaporte y recoger el equipaje, salimos ya de noche del aeropuerto para coger una guagua (autobús pequeño) con destino a nuestro hotel. El trayecto era de una hora y cuarto, lo que tardó en hacer unos 100km rumbo al oeste desde Punta Cana hasta el hotel Bahía Príncipe Grand La Romana, muy cerca de San Pedro de Macorís.

Al llegar al hotel después del check in, el maletero nos llevó a nuestra Villa. Nos subimos en la mini guagua.

Llegamos a la Vila, y era una habitación amplia con cama de 2×2, un gran escritorio, un sofá una mesita redonda con dos sillones. Tenía también una terraza con 2 sillas y una mesa y un tendedero.

Nos bajamos a cenar al buffet libre Orquídea. Luego fuimos a la zona de animación del hotel, donde había música en directo, muy buena, por cierto, pues tocaban genial y nos echamos unos bailes. Pero el día y el cansancio ya no dieron mucho más de si. Así que fuimos a descansar.

Al día siguiente, día de relax y de toma de contacto con el hotel. Lo primero que nos sorprendió fue que había muchos pajaritos de color negro con ojos muy brillantes amarillos que emitían un canto muy sorprendente, se llaman Chango.

Estuvimos buena parte de la mañana relajados en el bar de la piscina (bar húmedo), probando la cerveza dominicana Presidente y algún cóctel que otro. La comida fue en el restaurante las Olas, al lado de la playa. La tarde fue para descansar, sobre todo por el cambio de hora, pues son 6 horas menos que en España. Por la noche fuimos a cenar al restaurante bufet La Orquídea con un amigo nuevo dominicano, Richard, que conocimos en la piscina esa tarde. Después, por la noche estuvimos en la zona de animación, con baile incluido.

Más tarde y para rematar la fiesta acabamos en la discoteca del hotel, con música actual hasta la 1:30 de la mañana. Un día completo.

Y como es el Caribe, la tarde pasó del calor a la lluvia en un momento. Afortunadamente, no fueron más que unos minutos de lluvia.

Llegamos a la isla con unas vistas preciosas, allí estuvimos comiendo con esta familia, y luego nos bañamos en la playa.

En el viaje conocimos a Karol de Puerto Rico y a Pablo de Chile. La verdad es que nos lo pasamos en grande, si teneis la oportunidad, id porque es una experiencia impresionante.

Al finalizar la noche, volvimos a la Villa, y como estábamos cansados del día, decidimos descansar, para recargar la batería.

Una noche muy especial en el restaurante Le Gourmet

Ya por la noche, teníamos reservada mesa para el restaurante Le Gourmet, de comida francesa, donde degustamos los entrantes: tartar de atún rojo, capeado de salmón ahumado y camarón, coco & piña; luego una sopa marinera de leche coco con camarón y vieira. El plato principal fue filete de chillo al horno sobre muselina de yuca, espárragos verdes y salsa de alcaparras-lima. De postre una deliciosa tarta trufa sobre crujiente de almendras tostadas y confit de naranja al grandmarnier.

Y después nos fuimos a la discoteca.

Un recorrido por la Ciudad Colonial de Santo Domingo

Unos minutos después, la guagua aparcó en las inmediaciones de la Ciudad Colonial, en la ribera del río Ozama. Se trata de una zona que ha mantenido toda su arquitectura desde hace 500 años.

Allí vimos exteriormente el Alcázar de Colón, que estaba en reformas y no pudimos entrar. Desde allí, visitamos la Plaza de España, una bonita explanada de la que sale la calle de las Damas. La siguiente parada fue el Museo de Las Casas Reales, antes un palacio construido en 1511 por Fernando II de Aragón. Es un lugar interesantísimo donde puedes ver desde la primera botica, la primera ambulancia, entre otros muchos artilugios antiguos usados para tareas domésticas. Además, encontramos muchos documentos relacionados con Colón y sus viajes, desde las carabelas, mapas, retratos… un gran pedazo de la historia de España estaba allí.

La patria dominicana

A la salida del museo fuimos al Panteón de La Patria, repleto de banderas dominicanas, ensalzando a la nación. En este panteón fueron enterradas las personas más destacadas del país. Como hecho curioso, el guía de la excursión nos contó que Franco le regaló a Trujillo (dictador dominicano) la lámpara del panteón.

A la salida, unos metros más adelante, pasamos por la última casa en la que vivió Colón en América, hasta el 11 de Septiembre de 1504.

El siguiente lugar importante fue la fortaleza de Ozuma, construida en 1508, dominando la entrada de la ciudad por el río del mismo nombre. Es la construcción europea más antigua en la isla y en toda América.

La Catedral Primada de América

La última parada fue la Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación, de estilo gótico en el s.XVI. Esta catedral también se llama Primada de América, por ser la primera en el continente. En su interior nos llamó la atención el escudo español, y la sensación de estar en un monumento de España. Como curiosidad, al ir con pantalón corto, me dejaron una especie de chal para cubrir las piernas. Las chicas que iban con tirantes también tenían que cubrirse los hombros.

Un día de relax después de la gran actividad del día anterior. Aprovechamos para estar en el resort y en el bar piscina.

Por la noche tuvimos cena en el restaurante Il Capriccio, muy cerca de la playa. De camino tuvimos una gran sorpresa, vimos una nécora paseando por el camino entre las villas. ¡Imagínate ir andando y ver un cangrejo gigante!.

Allí comimos dos deliciosos platos principales, los Fetuccini Frutti di Mare, con camarón, pulpo, chipirón y mejillón, flambeado al vino blanco con salsa de tomate casera y albahaca; y salmón a la champaña, marinado con hierbas fresca, servido con un pisto de verduras al estilo italiano. De postre fue un tiramisú con soletas, cocoa y café expreso. Delicioso!

Termina nuestra aventura, pero antes, aprovechamos al máximo las horas que teníamos.

Después de desayunar pasamos al ajedrez gigante del hotel y luego fuimos a la playa a pasear, esta vez en dirección sur, donde vimos un paisaje fantástico con grandes cocoteros. De camino, y como era de costumbre, nos salían decenas de cangrejos de todos los tamaños y formas en los agujeros que hacían en la playa. Nos quedamos fascinados por su velocidad! Uno de ellos pudimos verlo en acción, después de que lo acariciara (que se dejó), salió a toda velocidad.

A medio día comimos por última vez en La Orquídea y luego vinieron a por nosotros para llevarnos de regreso al aeropuerto.